Vida accidental de un ciberrevolucionario

Tribunal Internacional de La Haya. Sala segunda.

Fiscal: La fiscalía pretende demostrar, mediante este interrogatorio, que Eneko Albistur, residente en Orexa, España,  participó activamente en las revueltas que tuvieron lugar en Libia en febrero de este mismo año, provocando con su comportamiento la muerte de cientos de personas. ¿Está el acusado preparado para responder?

Acusado: Lo estoy.

Fiscal: ¿Es cierto que usted,  a las 17:35 del domingo 20 de febrero, envió un mensaje por twitter que decía “El puto Gadafi es un mierdas”?

Acusado: Sí, señor. Y volvería a hacerlo.

Juez: Dedíquese a responder a las preguntas, no nos interesan sus planes de futuro.

Acusado: Perdone, señoría. Sí, envié ese mensaje.

Fiscal: Según los estudios de un perito informático, ese mensaje no era privado ni tenía un destinatario concreto, sino que era público y podía ser leído por cualquier persona con conexión a internet, ¿cierto?

Acusado: Supongo que sí.

Fiscal: ¿Era usted consciente de que ese mensaje, que ridiculizaba y por lo tanto demostraba la debilidad del coronel Gadafi, iba a ser la chispa que provocara que miles de personas se echaran a la calle para pedir su salida del país?

Acusado: Esa era mi intención. Desde pequeño me han educado para denunciar las injusticias y…

Juez: ¡Es el segundo aviso que le doy! Concéntrese en responder a las preguntas. Si me permite un consejo, hoy usted se está jugando mucho aquí.

Acusado: Disculpe, señoría. Estoy un poco nervioso.

Fiscal: Que se refleje en el acta que el acusado lo escribió con ánimo de soliviantar al pueblo libio. Ese pueblo, formado por una turba pobre e inculta, y por lo tanto a la última en tecnología, recibe ese mensaje en sus dispositivos móviles y ordenadores, sale a la calle confiado al ver que Gadafi es objeto de mofa y es bombardeado por el ejército. Cientos de muertos que deberían pesar sobre su conciencia. ¿Es usted consciente de lo que ha hecho?

Acusado: Bueno, al principio pensé que mi mensaje no había calado, pero luego vi en el telediario la que se había montado y me di cuenta de que había sido yo.

Fiscal: Señoría, no creo necesario realizar más preguntas. Viendo que el acusado admite su participación en los hechos, no me queda más remedio que solicitar la pena de cadena perpetua por incitación a la violencia y homicidio involuntario de más de 500 personas.

Juez: De acuerdo, el acusado tiene derecho a un alegato final.

Acusado: Gracias, señoría. Si no les importa, lo tengo anotado en un papel.

El acusado saca un papel doblado de su bolsillo, lo abre y se pone en pie. Comienza a leer.

Acusado: Desde que el hombre es ser humano y todo el monte es orégano, sentimos la necesidad de buscar la libertad por encima de todas las cosas. En esa búsqueda se necesitan faros, vigías y escaleras de caracol. Yo no soy ninguna de esas tres cosas, simplemente soy un héroe. ¿Volverán los oscuros golondrinos? No estoy capacitado para responderlo, pero lo que sí puedo afirmar es que mientras haya una sola persona privada de libertad, yo no unicejaré hasta conseguir que salga a la calle con un palo para luchar contra tanques y aviones de combate.

El acusado dobla el papel con parsimonia, lo introduce en el bolsillo de su pantalón y se sienta.

Juez: Bonito discurso.

Acusado: No es mío, pero tenía licencia Creative Commons.

El juez se queda mirando al acusado, que muestra una sonrisa bobalicona. En más de 30 años de carrera no había visto nada igual. Tenía a menos de tres metros de distancia a un jodido héroe.