Siempre esconden algo

Tendría unos 20 años cuando conocí a Jorge. Nuestro primer encuentro todavía lo tengo grabado.

-Eres muy flaco y hablas demasiado bajito -me soltó mientras me miraba fijamente con los ojos como platos.
-En realidad soy demasiado alto para mi peso -le contesté con un chiste prestado.
-Los graciosos no me gustan. Siempre esconden algo.

Su cara se entristeció. Bajó la vista hasta el vaso de kas naranja que sujetaba con ambas manos y se fue dando la vuelta a cámara lenta para irse a la otra punta del bar.

Decían que Jorge estaba transtornado y que si no tomaba sus 10 pastillas diarias se convertía en una persona peligrosa. Podías pasar meses sin verlo y de repente encontrártelo todos los días. Pululaba de bar en bar, se sentaba a tu lado sin pedir permiso y te hablaba o intervenía en las conversaciones como si fuera de la cuadrilla. Tal y como venía se iba.

-Me aburrís -y según lo decía se levantaba y se marchaba del bar.

Era como un niño grande, decía lo primero que se le pasaba por la cabeza. Aún así, y a pesar de las barbaridades que salían por su boca, jamás atisbé una pizca de maldad,  ironía o cinismo en sus palabras. Hablar con él suponía un ejercicio curioso, de puro malabarismo, porque era capaz de desarmarte en un segundo. Eso hacía que tuvieras que adaptarte a un lenguaje mucho más básico y emocional.

-Estás triste -me dijo en cierta ocasión nada más verme.

Como siempre, había acertado de pleno. Le conté un problema que me estaba obsesionando y al acabar, Jorge se levantó del taburete, me dio un abrazo y se echó a llorar en mi hombro. Sollozaba sin hacer demasiado ruido, con calma. Yo sostenía su abrazo, avergonzado por sentirme tan incómodo. Al poco rato se separó y con los ojos enrojecidos se fue por donde había venido. Era imposible no cogerle cariño.

La última vez que me encontré con él cojeaba ligeramente y tenía moratones en la cara, como si le hubieran pegado.

-¡Jorge! ¿Qué te ha pasado?

Se paró, me escrutó de arriba a abajo con extrañeza y sin abrir la boca siguió su camino.

Han pasado varios años desde aquel día. Por el pueblo circulan distintas versiones para explicar su desaparición. Unos dicen que lo internaron en un psiquiátrico, otros que se tiró a las vías del tren y los más optimistas aseguran que se mudó con su familia a un pueblecito de la costa mediterránea.

Yo todavía le busco con la mirada al entrar a alguno de los bares que solía frecuentar. Deseando y temiendo encontrarme con él.

También te podría gustar...

3 Respuestas

  1. Ander dice:

    Jo, qué bueno.

  2. El jukebox dice:

    Y qué amargo.

  3. kid a. dice:

    Seguro que ahora es chef.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.